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Redacción
Desde 2011 Rodrigo Reyes comparte su oficio como director de cine, con su trabajo como intérprete de personas de origen latino en los tribunales estadounidenses. “Comencé a hacerlo por necesidad”, reconoce.
Entre las decenas de historias que le ha tocado atestiguar, la de Sansón Andrade, un chico mexicano e indocumentado sentenciado a cadena perpetua sin salida, le pareció distinta al punto que se convirtió en el documental Sansón y yo, un entrañable relato sobre migración, justicia y amistad, que recién se estrena en la Cineteca Nacional.
¿Cuándo descubriste que podías hacer una película sobre Sansón?
Detrás de la película hay mucha inocencia. Ni él ni yo nos protegimos, brincamos muchas vallas para colaborar. Al ser su intérprete no podía hablar con él, cotorrear, preguntarle por su origen o su familia. Desde que nos empezamos a saltar esos silencios hubo una intención de hacer una película. Cuando le escribí me respondió con respeto y confianza, nunca dejó de echarle ganas ni de compartir su vida a través de estas cartas que finalmente son el espíritu real del documental.
He visto muchas historias intensas, pero en el caso de Sansón siempre estaba la duda de quién es este chavito, qué le pasó en su vida para llegar a una situación como ésta y que injusticia que el sistema le pegue tan duro. Le aventaron la sentencia más dura posible: cadena perpetua sin salida y todo por ser un chofer. Sansón lo dice hasta la fecha: solo iba manejando y mi cuñado me pidió que me detuviera. Ahí hay algo muy conmovedor porque el sistema nunca pregunta cómo llegan los jóvenes a esta situación. Por si fuera poco, descubrí en él a un poeta y a un joven con muchas ganas de vivir, todo eso hizo que me enganchara.
Desde el principio adviertes que no quieres exonerar a Sansón, ¿decidir contar su historia es un acto de dignidad?
Comparto la palabra dignidad. Al estar fuera puedo manipular o jugar con la historia, Sansón confía y en respuesta hay que ser sincero y claro con él. No puedo darle una esperanza falsa, solamente podemos encarar su historia porque como él hay muchos chavos ignorados por el sistema penal, jóvenes que migran por condiciones de violencia e inseguridad y terminan en prisión. Al ser sincero y reconocer que uno no está para liberarlo sino simplemente para contar su historia, la película entra en una dimensión de honestidad importante.
¿Cómo evitaste caer en el victimismo o el melodrama?
Siempre he visto la película como la narración de dos amigos que quieren hacer una película. Independientemente de la migración o la justicia, somos dos chavos tratando de realizar una obra y en el proceso nos vamos conociendo, eso ayudó a evitar el melodrama. Sansón es una persona bella y con un espíritu sencillo que jamás pide lástima por eso me dediqué a escucharlo y acompañarlo.
¿Eso es lo que lo salva?
Desde que murió su papá asumió que tenía que resistir y sobrevivir. Ahora cursa la universidad y dirige programas, en el fondo no se da por perdido y no permite que el sistema lo de por perdido. Sansón refleja la vida de muchos migrantes absorbidos por el sistema donde claramente hay un elemento de racismo. A nuestros paisanos se les castiga más y con más fuerza, sin embargo, Sansón se reinventa, hace poco ganó un campeonato de futbol y empezó un negocio de flores de cartón que vende entre los presos. Creo que esta actitud la tomó desde joven.
¿Qué reflexión te deja esta película sobre la justicia?
La justicia no es una. De acuerdo con la ley lo que le hicieron a Sansón es legal porque perdió el juicio. Sin embargo, contar su vida y dar a conocer lo que le pasó también es un acto de justicia. Para mí su vida es muy valiosa y nos ayuda a entender el flujo de jóvenes hacia las prisiones.