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Redacción
Un sitio arqueológico de concheros, el cual podría ser el más extenso del estado de Sinaloa, fue registrado en la Isla Macapule, una de las 17 ínsulas del Golfo de California, localizada en este municipio. Gracias al estado de conservación del contexto, podrían encontrarse claves para comprender un área de transición cultural permeada por la influencia de las sociedades prehispánicas del noroeste de los territorios que hoy ocupan México y el suroeste de Estados Unidos, y del centro-occidente de nuestro actual territorio.
Más que una frontera entre ambas áreas culturales, Aridoamérica y Mesoamérica, “el territorio en el que hoy se ubica Guasave tomó prestados elementos de una y otra, y generó su propia identidad; una situación que hoy podríamos comparar con ciudades fronterizas, como Tijuana o Nogales”. No obstante, “es muy pronto para establecer esto”, informó el responsable del Proyecto Arqueológico Guasave (PAG), José Rodrigo Vivero Miranda.
El PAG registró 15 sitios, en un recorrido aproximado de 30 kilómetros entre los poblados de Chorohui y La Pitahaya, 12 de ellos afectados por la agricultura intensiva, por lo que en superficie solo se observan restos de cerámica y lítica, como metates y manos de metate.
Asimismo, a 10 kilómetros de la costa, se halló un par de sitios que cubren 6 y 3 hectáreas, respectivamente, con grandes acumulaciones de concha, donde se procesaba este recurso, restos de carbón y muchos fragmentos cerámicos.
Destaca la Isla Macapule donde, en 8 kilómetros, a partir de la línea de playa, se distribuyen ocho montículos de conchas, de 8 a 12 metros de altura y una circunferencia de 30 metros en su base, en promedio; “un espacio singular si se considera que el sitio más cercano de esta naturaleza, El Calón, se halla a más de 300 kilómetros al sur, en Marismas Nacionales”, refirió Vivero Miranda.
Áreas de transición cultural
Debido a este potencial arqueológico, el Centro INAH Sinaloa, dirigido por Servando Rojo Quintero, colaborará en las gestiones para que obtenga, eventualmente, la declaratoria como Zona de Monumentos Arqueológicos, protección que garantizaría su estudio, si se considera que más allá de las dunas, en torno a los manglares de esta Área Natural Protegida, podrían encontrarse más sitios de ocupación prehispánica.
Aunque la excavación de los montículos de concha de la Isla Macapule tendrá que aguardar a un convenio entre el Centro INAH Sinaloa y la Universidad de Oklahoma, Vivero Miranda consideró que promete contextos importantes como los descubiertos por el arqueólogo estadounidense Gordon F. Ekholm y su equipo, en el Sitio 117, también llamado “El Ombligo”, en Chorohui, en 1938.
Las exploraciones de ese montículo, de 1.50 metros de alto y 30 metros de circunferencia, demostraron que fue un espacio funerario, al recuperarse casi 190 entierros de individuos de los que, buena parte, presentaron deformación craneal tabular erecta.
“El Ombligo”, continuó el arqueólogo, mostró dos fases de ocupación: la primera, transcurrida entre 650 y 1150 d.C., se vincula con la tradición Huatabampo, con inhumaciones apenas acompañadas de materiales, como botellones de cuello largo y algunos elementos de concha; mientras que la segunda, dada entre 1150 y 1450 d.C., está ligada al complejo arqueológico Aztatlán, con un trabajo funerario más diverso, por ejemplo, un solo individuo fue acompañado de sartales formados por unas 3,000 cuentas de concha, a otros se les dispuso cráneos-trofeo o cuchillos de pedernal, por mencionar algunas piezas.
“Las excavaciones de Ekholm significaron la definición de un área de transición cultural, entre la tradición Huatabampo, influenciada por las sociedades Trincheras, Hohokam y Mogollón, entre otras, del noroeste de México y suroeste de Estados Unidos; y el complejo arqueológico Aztatlán vinculado a los grupos mesoamericanos del centro-occidente”, explicó.